octubre 25, 2022
La historiadora manabita Dra. Libertad Regalado, en la noche de cultural, del 24 de octubre como parte de la agenda del XLI Congreso Mundial de Poetas, hizo un resumen sobre los elementos ancestrales y culturales de la obra que la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Uleam) entregó a Manta por los 100 años de cantonización.
La ULEAM, fiel a ese pensamiento de que los pueblos que no conocen su historia, que no valoran su pasado, su cultura están destinados a repetir los errores del pasado y no caminar por los senderos del progreso y del desarrollo; creó esta Plaza Cultural Centenario, una obra gestada por el doctor Marcos Zambrano en homenaje a los 100 años de la cantonización de Manta, con el objetivo de coadyuvar al mantenimiento, fortalecimiento, divulgación y a la construcción de la identidad cultural chola montuvia manabita a través de la historia.
A lo largo del territorio manabita se desarrollaron culturas, cuyos avances estaban a la par de otros pueblos de Mesoamérica y Sudamérica; el inca no pudo conquistarlos, fueron hábiles pescadores y navegantes, pudieron en sus balsas remontar el Pacífico y llegar con sus productos hasta Mesoamérica y a los pueblos de Colombia, Perú, Chile. La concha spondylus se convirtió en un elemento con un alto simbolismo ritual y económico; habitantes de otros lugares en busca de sanación, trayendo consigo esmeraldas pequeñas, para ofrecerlas a la diosa de la salud, Umiña, cuyo templo estaba en el Jocay antiguo; fueron hábiles escultores fabricaron la silla de piedra en U, única en el mundo, símbolo de jerarquía y ritualidad, usada de forma exclusiva por la élite gobernante y por los chamanes; elaboraron una cerámica muy singular como lo podemos ver en sus incensarios donde se representa a la figura del cacique sentado en la silla de poder; lograron tecnificar la agricultura, construyeron albarradas, canales de riego, pozos, sistemas de terrazas; confeccionaron mantas de algodón con figuras y colores varios; tejían con destreza la mocora y la jipijapa (conocida como paja toquilla) convirtiéndola en sombreros, hamacas y petates; comulgaban con la naturaleza y mantenían un equilibrio ecológico.
Aquí en Manabí no adorábamos al dios sol, sino a una diosa con poderes curativos, la diosa Umiña (una esmeralda del tamaño de un huevo de ánade), rendíamos culto a la diosa de la fertilidad, representada en la estela de piedra; somos los herederos de una cultura lunar, de pueblos cholos y montuvios dedicados a la pesca y a la agricultura, donde el poder era compartido dentro de la sociedad conyugal y comunal tanto por la mujer como por el hombre; respetándose a la mujer en su contexto por la actividad que desempeñaba, vinculada con las artesanías, la alfarería, la agricultura, el manejo económico de sus comunidades y de las familias dentro de una misma etnia.
Manta está celebrando su centenario de cantonización, no de su fundación como ciudad o pueblo, el cual para ciertos historiadores tuvo lugar en 1534, cuando el piloto Juan Fernández por orden de Alvarado toma posesión del Puerto; o el 2 de marzo de 1535, cuando Pedro de Alvarado hizo reconocimiento del puerto de Manta, o cuando Francisco Pacheco cambió el nombre de “Jocay”, “Docay”, “Tocay” por el de San Pablo Manta, considerando San Pablo por el día del santoral cristiano y Manta por la abundancia de las mantas rayas en las cercanías de la costa; no son esas fechas; son los cien años de salir de un siglo de la tutela de Montecristi como parroquia desde la creación de la provincia de Manabí, es el centenario de este puerto natural, que durante los tres siglos de la colonia sirvió para avituallar y carenar barcos; como lugar de entrada de barcos que venían del Darien o del Perú, puerto de exportación cuando le era permitido por las autoridades. Son los cien años de un momento histórico impulsado por sus pobladores que conscientes del poder económico que habían desarrollado a partir de la pesca, de la obtención de las perlas, de la comercialización y exportación de tagua, cacao, caucho, palo de balsa, café, algodón, de los sombreros “jipijapa”; de la presencia del ferrocarril que unía Manta con Santa Ana, impulsaron su cantonización. Una acción que le ha permitido ubicarse como uno de los puertos de mayor interés en el mundo de la industria atunera; hoy considerado como polo de desarrollo comercial, industrial, pesquero y turístico del Ecuador.
La Historia de Manabí, de Manta es justamente la historia de un largo proceso, en virtud del cual, los Paches como se conocía este espacio territorial, denominados más tarde por los arqueólogos manteños; cuya esfera geográfica se extendía entre el estuario del río Chone en Bahía de Caráquez hasta la punta de Santa Elena. Este legado simbológico de los Manteños (Paches) se han mantenido a través de los vestigios encontrados en diferentes lugares de la geografía manabita y con ese legado hemos podido reconstruir la significación de esta importante cultura precolombina.
En esta Plaza Cultural Centenario, se puede observar la silla manteña, que es el símbolo dominante. Los incensarios gigantescos ubicados en las cuatro esquinas nos recuerdan no solo la habilidad de estos grandes ceramistas, sino la representación de caciques y chamanes, el proceso de transformación y conexión con lo sobrenatural. La estela trabajada en piedra es la representación a la diosa de la fertilidad; estos tres elementos simbólicos tienen el medio puño, una gresca escalonada con espiral que plasma claramente la geografía sagrada de los cinco cerros: Cerro de Hojas – Jaboncillo, Montecristi, Jupe, Agua Nueva y Agua Blanca. Las cuatro caras del parqueadero han sido aprovechadas para representar los cuatro elementos aire fuego, agua y tierra pintados con pintura reflectiva.
Aquí está el aporte de artistas manabitas, de estudiantes de la carrera de Artes Plásticas de la ULEAM, de funcionarios y empleados de varias direcciones administrativas.
Entendemos que el tratamiento de la identidad cultural desde la educación, implica una relación permanente entre pasado y presente, que la identidad se forma, deviene de un proceso complejo, tiene su origen en condiciones históricas concretas, no es estática, es dinámica, está siempre enriqueciéndose, conforma las historias personales, las que se construyen en el interior de la trama de relaciones interpersonales y de interacciones múltiples con el ambiente.
En la inauguración dijimos que esta plaza “centenario” se construyó para fortalecer la identidad cultural, para realizar eventos culturales, un espacio de tertulia de escritores, culturólogos, el lugar de exposición permanente de las expresiones del arte. Hoy estamos disfrutando del Cuadragésimo primer congreso mundial de poetas (WCP), de ese abrazo hermanado por la poesía, por la palabra; y esta noche estamos aquí reunidos para festejar este encuentro, arrullados con los sonidos musicales del conjunto Bambú Trío, dirigido por el gran maestro Schubert Ganchozo, del grupo musical Manchecaña dirigido por el músico Andrés Macías, de un grupo de danza de la universidad y del actor, amorfinero, decimero Raymundo Zambrano; ellos nos harán sentir, añorar y vivir la música y la poesía del pueblo montuvio en su versión más primigenia: El amorfino.